Hola amigos, dentro de los tantos recuerdos que tengo en mi
vida, estaba retrocediendo a los años maravillosos... entre los 13 y los 17
años, y en la urbanización donde vivía, teníamos muy cerca la farmacia "San Miguelito", donde los vecinos
y amigos de mi generación acudíamos con frecuencia a comprar medicinas y otros
artículos que ofrecía el establecimiento.
En esta acogedora e importante tienda trabajaba un joven que
siempre atendía a los clientes con una sonrisa eterna, muy sencillo y noble, y
junto a mi "Mancha" (Amigos del barrio), le pusimos por sobrenombre
"El Doctor", ya que siempre atendía con un mandil blanco de impecable
presentación, carta de presentación de la farmacia liderada por la Sra.
Okamoto, disciplinada y respetuosa como toda ciudadana Japonesa.
Muy pronto el Doctor se ganó el cariño de los amigos de mi
barrio, y ahora después de más de treinta años y recordando las bromas que le
hacíamos, llego a la conclusión que nos "Toleraba" con gran generosidad
y paciencia, siempre con una sonrisa, nunca lo vi molesto.
Cuando estaba fuera de su horario de trabajo, y lo veíamos
pasar, le decíamos "¡Doctor como estás!", el nos miraba con una
sonrisa y se cercaba a darnos la mano, recuerdo que le preguntábamos por
medicinas u otros insumos "Prohibidos para menores" (Éramos
adolescentes), y el nos decía que eran cosas de adultos y que no puede darnos
medicinas y otros sin orden médica y de nuestros padres, era una persona muy
buena.
Pero lo más resaltante que deseo compartir con ustedes tal
vez no haya sido este preámbulo, sino la forma como el "Doctor"
afrontaba la vida.
Era un joven de condición modesta y trabajaba todo el día en
la farmacia, estudiaba secundaria en la noche, ya que tuvo que trabajar desde
niño y no pudo culminar sus estudios, siempre actuaba con alegría y sencillez
con los vecinos del barrio, nunca se vio envuelto en problemas o acciones en
contra de su calidad y educación, fue y es un hombre humilde y generoso.
Recuerdo que un día fui a la farmacia y no lo encontré, y le
pregunte a la dueña por el "Doctor" y me dijo que ya no trabajaba con
ella, que había renunciado.
Le conté a los amigos de mi "Mancha", y la mayoría
pensó que tal vez se fue a su tierra, ya que era de la sierra, pero grande fue
mi sorpresa al verlo a los pocos días manejando un triciclo con mercadería
diversa como sábanas, cubrecamas, almohadas, frazadas, etc. y le dije
"¡Doctor!" ¿Que sucedió? ¿Por qué ya no trabajas en la farmacia?... y
siempre recuerdo su respuesta: "Lo que pasa es que lo que ganaba como
empleado de la farmacia no me alcanzaba, así que le agradecí a la Sra. Okamoto,
y ahora trabajo como vendedor ofreciendo lo que ves en mi triciclo."
Dada la sencillez y bondad del "Doctor" del barrio
algunos vecinos le compraban la mercadería que el ofrecía, inclusive les
ofrecía crédito para pagar la misma en un mes, era y estoy seguro que aún es un
hombre emprendedor y noble.
Desde esa oportunidad en que lo vi hasta hoy, siempre lo vi
trabajando para su "Propia compañía", siempre manejando su triciclo,
vendiendo su mercadería por lo legal, dando boletas de venta como toda persona
de bien lo hace, en otras oportunidades lo vi caminar ofreciendo toallas, otras
veces lapiceros, para el día de la madre detalles para obsequiar a las mamis, y
nunca lo vi triste, ni desilusionado, ni vagando por la calle, nunca lo vi
preocupado por no tener trabajo, siempre trabajaba, siempre positivo, siempre
con una sonrisa, nuestro "Doctor" del barrio era todo un ejemplo de trabajo,
nobleza y positivismo.
Saben amigos, muchas personas, inclusive profesionales
calificados al dejar de trabajar se desesperan, porque creen que demorarán
mucho en volver a ubicarse en otro centro de labores, o ya no conseguirán
dependiendo de la edad, y están inoperantes por varios días o meses, y no
piensan en trabajar por su propia cuenta, salir a la calle a trabajar tal como
lo hizo "El doctor" de mi barrio, quién nunca tuvo temor al tomar la
decisión de renunciar a la farmacia y trabajar como comerciante con su
triciclo, puerta por puerta, casa por casa los productos que ofrecía, con su
buen trato, con su calidad y alegría se ganaba el aprecio de todo el que lo
conocía.
Hace poco más de dos años lo encontré caminando cerca a la
casa de mis padres, y le dije "¡Doctor!" ¡Cómo estas! ¿Qué tal te
va?... y con su sonrisa de siempre me dijo que estaba bien, me pregunto por mis
padres, me dijo que tenía dos hijos y un negocio en el mercado junto a su
esposa, nos despedimos y me alegre mucho verlo, ya que me dejó una gran
enseñanza:
"Trabajo hay
para todo el que quiera trabajar con alegría y fuerza, siempre hay que actuar
con fe y nobleza y todas las puertas se abrirán para ti."
Tal vez las líneas escritas hoy sean una
"Simpleza", o algunos lectores no le vean mensaje alguno, para mi el
mensaje radica en no tener miedo a los cambios que nos harán crecer, que nos
harán salir de nuestra zona de confort, eso fue lo que hizo el "Doctor"
de mi barrio, cambio su vida laboral, salió a la calle a afrontar el mundo con
fe, valor y entusiasmo, logrando trascender y formar su propia familia.
Nunca supe tu nombre todos te decíamos "Doctor", y
así te llamé la última vez que te vi.
Después de muchos años rescato el mensaje que dejaste en mí,
y lo comparto a través de este medio, para que mi prójimo sepa que la vida se
ha hecho para los que la afrontan con valor y fe.
Gracias amigo "Doctor"... ojalá me encuentre
pronto contigo para que me digas tu nombre y me des otra gran receta sanadora
para mi vida.
Dios los bendiga por siempre.
Marco Antonio Malca Delgado
Sábado 25 de febrero del 2017
08:06 pm