domingo, 24 de octubre de 2021

UNA CONVERSACIÓN CON PAPÁ

Roberto es mi padre, un hombre de 82 años que a pesar de las circunstancias de salud propias de su edad mantiene su lucidez, aunque a veces obvia algunas cosas, lucha por tener buena salud.

Hoy domingo en casa me dijo que lo acompañara a tomar lonche, y preparamos las tazas, el pan, mi hermana me invitó la mitad de una palta, y mientras tomaba mi café, empezábamos a dialogar sobre diferentes momentos de su vida, su niñez en su hermoso puerto de Pacasmayo, sus estudios de primaria y secundaria, las limitaciones de una familia modesta donde tenían que caminar sin zapatos para que les dure todo el año el único par que tenía para asistir a la escuela, pero lo expresaba con serenidad, es decir, sin tristeza ni resentimientos hacia Celia y Alberto, sus padres; mis abuelos.

Luego dialogamos sobre sus estudios de secundaria, ya que en una oportunidad me contó que mi abuelo Alberto estaba dudando sobre enviarlo a la escuela secundaria: "Celia, me han dicho que en secundaria les piden útiles muy caros, no sé si me alcance para enviar a Roberto a estudiar"... "Mira Alberto, a mi hijo lo enviarás a estudiar, a mi no me compres nada, si es posible caminaré sin zapatos para que mi hijos estudie"... emocionante, determinante y valiente respuesta de mi abuela, a quién recuerdo con gran cariño, cuánto quisiera tener su valentía en los momentos cruciales de mi vida.

Cuando mi padre compartió conmigo ese momento de su vida, su voz se quebró, recordando ese hermoso gesto de amor y la firme decisión de una madre de no permitir que su hijo sea uno más del montón.

Seguimos nuestra conversación, yo estaba emocionado, miraba a mi padre fijamente y en mi mente y corazón daba gracias a Dios por compartir tan sentidos momentos con un hombre que tuvo que trabajar desde niño, quedarse a trabajar un año en el puerto que lo vio nacer para buscar un mejor destino en Lima, donde vive desde hace 60 años.

Seguimos nuestra sentida plática de domingo por la noche en el silencio del comedor de la casa, esa casa que con esfuerzo pudo adquirir hace 42 años, y que siempre me recuerda que también es mi hogar.

Hoy domingo doy gracias a Dios por haber compartido un momento entre padre e hijo, un alto en nuestra historia que quedará grabado en mi mente y en mi corazón, sobre todo cuando mi padre me dice: "Que interesante que son nuestras conversaciones", aunque también quisiera tocar temas de vida, en este año tan sentido para mi, donde el único que conoce lo que siente mi corazón es el Señor de los Milagros de mi mamita Celia, ese Dios espíritu que la hizo mantenerse con fe a lo largo de su vida.

Gracias papá, eres un buen hombre, seguiremos conversando y tal vez me comprendas cada día más, es difícil leer en las mentes y corazones de la personas, sé que me conoces y me quieres, es por eso que me alegra conversar contigo, donde también recordamos el aroma y belleza de los nardos que amaba mamá.

Papá, hoy como todos los días me acostaré tarde, me mantendré ocupado para lograr tener sueño, rezaré por tu salud, y por mis sueños y anhelos, te pido que lo hagas también por mí.

Mamá ya no está en casa, está con Dios, ahora vive por siempre en el corazón de mi padre, su energía le da valor para seguir adelante, y seguir caminando por la vida con fe y devoción.

Hasta mañana papá, fue una gran bendición dialogar contigo, cuando reces dile a nuestro Dios que lo amo con todo mi corazón.

Marco Antonio Malca Delgado

Domingo 24 de octubre del 2021

22:35 pm                            

martes, 19 de octubre de 2021

LOS PASOS DE MI RELOJ

Hace un momento, sentado frente a mi laptop sentí el "tic tac" de mi reloj de metal oscuro, lo contemplé, observaba el sonido y la armonía en el avanzar de los segundos, todo marcado por ese sonido eterno, haciéndome el recordatorio que el tiempo está pasando.

Son las 11 y 20 de la noche, y desde la soledad y el silencio, ese sonido se convierte en un elemento de análisis, de pensar cuantos "tic tacs" han pasado por mi vida desde que nací, cuántas veces aceleré los mismos sin aprender a hacer la pauta que estos instrumentos de tiempo nos enseñan, ellos no hacen que el tiempo corra, los que corremos somos nosotros, ellos sólo señalan que el tiempo camina a paso lento, es mentira que el tiempo "pasa rápido", los que vivimos rápido somos nosotros, el tiempo camina paso a paso, sin lentitud ni velocidad, sino en armonía perfecta.

El pausado sonido de mi reloj me hizo recordar una hermosa lectura bíblica, que nos enseña que "todo tiene su tiempo": tiempo para reír y tiempo para llorar, tiempo para la guerra y tiempo para la paz, tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para sembrar y tiempo para levantar la cosecha... en fin, al final señala que el ser humano no es capaz de aquilatar los tiempos y las etapas de su existencia, y pienso que esta sabia lectura tiene toda la razón.

Desde que tengo uso de razón escucho el "tic tac" todos los días, cuantos miles o tal vez millones de segundos ya he pasado y con ellos la historia de mi existencia, de esta experiencia humana y espiritual, que consiste en tener un espíritu atrapado en mi cuerpo, el cual debo nutrir de valores y buenos sentimientos, pero que también es débil y sensible, romántico y alegre, apasionado como las olas del mar, que viaja todos los días desde hace mucho tiempo, el mismo que es un soplo breve para la historia de la humanidad.

Los "tic tacs" de mi reloj me han llevado por diferentes caminos, por las alegrías, penas y decepciones, así como también por el inmenso amor, miedos y desilusiones, es mi deseo seguir caminando con la pausa que me da el reloj, pero ahora con mucha paz y amor puro en mi corazón y diario vivir.

Hoy quisiera retroceder mi reloj, por lo menos cinco años, y volver a caminar feliz, con una gran sonrisa e ilusión, o tal vez debería retrocederlo hasta las épocas de mi niñez, donde mirando el firmamento de mi gris ciudad, le pedía a Dios que me ayude a conocerlo, hasta que una noche lo soñé y me dio mucha paz, ya que de niño le tenía miedo a la oscuridad.

Mi viejito reloj de metal, hoy tu sonido me hizo recordar que la vida continúa, y que debo seguir sin mirar atrás, hoy me hiciste recordar que los tiempos de Dios son perfectos, que no son los míos, que siga esperando en paz, que el más hermoso milagro de amor pronto llegará.

No sé cuando será el día en que te deje de escuchar, espero que para esa fecha haya cumplido mi misión en paz y amor con los demás, lo único que sé es que el día que ya no escuche tu "tic tac", será el día en que mi corazón deje de latir, y deje de amar.

Gracias mi reloj viejito de negro metal, hoy me hiciste escribir unas líneas nostálgicas para la humanidad.

Marco Antonio Malca Delgado

Martes 19 de octubre del 2021

23:56 pm  

  

  

       

  


        

jueves, 14 de octubre de 2021

MI RECONCILIACIÓN CON ESTHER

La vida siempre nos da sorpresas, en el momento menos pensado puede suceder algo inesperado.

"Los tiempos de Dios son perfectos", señalan las escrituras y afirmamos las personas de fe, y eso parece que aconteció en mi vida reciente, específicamente esta semana, cuando repentinamente Beto, un amigo que estudió conmigo en primaria en un conocido colegio católico, y que no supe nada de él desde hace muchos años, me contactó a través de la maravilla del internet, y expresó que había establecido contacto con otros amigos de aquellos años maravillosos, y con la señorita Esther, nuestra profesora que nos enseñó desde "transición", lo que ahora es primer grado de primaria.

La verdad no me emocionaba tanto el poder contactar con la maestra, ya que por muchos años recordaba los maltratos que sufrí de parte de ella: Castigarme físicamente en el colegio y que el mismo castigo se extendiera en mi casa era algo "común" en esa época de mis estudios del nivel primaría, entre los años 1972 a 1977, el castigarme hasta las lágrimas, y al verme llorar ponerme un macetero a la altura de mis pies y que me dijera "Llora, sigue llorando para que tus lágrimas rieguen las plantas", fue una humillación que nunca pude olvidar, hasta el día de ayer...

Recuerdo haber escrito un artículo en este blog dedicado a la maestra Esther, donde expresé que decidí ser educador, para nunca tratar a los alumnos como ella me trató, pero, para ser justo, obvié algunos aspectos positivos que existe en todo maestro: nos enseñó a ser formales y vestir adecuadamente, nos exigió ser puntuales y cumplidos, reforzó los valores que venían desde la casa, como tener siempre en el bolsillo un pañuelo y papel higiénico, a tener los zapatos limpios, a respetar el templo cuando acudíamos a misa, etc.

En el grupo que formó Beto, estaba el número de celular de la "señorita Esther", antes a las profesoras no las llamábamos "Miss" como se les dice ahora, era común decir a nuestros padres: "Mamá, mi señorita nos ha pedido colores", "Mi señorita quiere hablar contigo",etc.

Al ver el número de celular de mi "Señorita Esther", tomé la decisión inicial de no llamarla, ya que había prometido nunca más hablar con ella, pero al tener su teléfono, lo primero que se me ocurrió en mis pensamientos fue: "La llamaré para sacarle en cara todo lo que me hizo", "Es mi gran oportunidad para que sepa como me sentí cuando fui  un niño",etc.

El día de ayer por la  noche, la llamé y a los pocos segundos escuché una voz tranquila, apacible, pausada, la saludé y le dije mi nombre, me saludó y me dijo que se sentía muy feliz al saber de mí y que la haya llamado, recordamos las épocas en que me enseñó junto a mis compañeros de aquella época, recordamos anécdotas, canciones, la primera comunión, los paseos y días  de deporte en el colegio... y cada vez que me hablaba, sentía que mi resentimiento se iba consumiendo, para convertirse en alegría de escucharla, en saber que aquella profesora de 24 años cuando me enseñó, ahora está próxima a cumplir 80, y que tengo la bendición de tener con vida a la única maestra que me conoció cuando tenía 6 años, en aquel aula "transición A", donde di mis primeros pasos como alumno de escuela.

En nuestro diálogo, olvidé por completo los resentimientos que tenía desde hace muchos años, y logré sentir paz por primera vez al escucharla, al dialogar sobre particularidades de su profesión docente que es la mía también, al contarme como el profesor Ciro, su amor de toda la vida murió en sus brazos, fue muy conmovedor y aleccionador dada su fe en Dios y las fuerzas que tuvo para seguir adelante.

Ella es Esther, una maestra de los 70s en adelante, una educadora exigente que el paso de los años fue cambiando, la hizo más humana y más sensible, la convirtió en una maravillosa mujer.

¿Saben? Ya no le reclamaré por lo que me hizo, ya la perdoné en mente y corazón, debo entender que ella actuaba así dada la época, donde inclusive hasta el padre director nos castigaba físicamente, hoy las cosas han cambiado radicalmente.

Me despedí de "mi señorita Esther", prometiendo llamarla nuevamente, y así lo haré, ya olvidé la humillación que sin querer hizo conmigo, ya olvidé los malos tratos, sólo pienso en lo bueno que forjó en mi, me concentraré siempre en eso, en la disciplina que me inculcó, y que a pesar de tener muchas carencias me sirven hasta hoy.

Tengo tanto que contar... tanto que escribir sobre ella, pero lo que deseo hoy es dar gracias a Dios por borrar de mí la huella triste que dejó en mi vida, mi madre tuviera la misma edad de mi señorita Esther en la actualidad, ella es tal vez una de las pocas personas que me conocieron en la etapa tan hermosa de la niñez.

Tengo aún muchas huellas tristes que debo borrar en mi vida, y lo lograré con mucho amor en mi mente, corazón y acciones, lo prometo de corazón.

Gracias Señorita Esther, te quiero mucho, te acompañaré hasta el horizonte.

Gracias Dios.

Marco Antonio Malca Delgado

Jueves 14 de Octubre del 2021

23:55 pm                 

            

  

domingo, 3 de octubre de 2021

EL APRENDIZAJE CONTINÚA

La vida es un aula permanente, donde día a día vamos aprendiendo lecciones, algunas hermosas y con sabias enseñanzas, otras con lágrimas, humillaciones y golpes, pero por más dura que sea la lección siempre debo actuar con paz, tranquilidad y buenos sentimientos, por más dura o triste que sea la experiencia, el corazón debe permanecer intacto en amor e inmenso en perdón: el pedirlo y el otorgarlo con grandeza de espíritu y propósito de un olvido, de un borrón y cuenta nueva.

Recientemente, en mi trabajo, he pasado por un experiencia injusta, en la que un colaborador quiso indisponer mi trabajo, intentando convencer a un grupo de sus compañeros de labores que el suscrito lo hostigaba, que hay una fijación en su persona y maltrato laboral, sin hacerse una autocrítica veraz y reconocer su falta de respeto en el trabajo, así como una actitud anti solidaria con sus compañeros de labores.

Ante esta situación fui citado por los promotores de mi trabajo, los cuales sumamente preocupados expresaron los riesgos que corríamos ante una eventual denuncia del colaborador, quién pese a estar en falta no reconoce sus actitudes negativas, e inclusive amenazó con denunciar a la institución, teniendo como sustento un documento emitido por la dirección.

Luego de analizar la situación, reconocí el riesgo de exponer indicaciones de trabajo como directivas, las cuales no necesariamente figuran en el reglamento interno de trabajo, pero que personas con mala intención como el descrito su "puede aferrar" a las mismas para denunciar a la autoridad de trabajo y mostrarse como víctima de acoso laboral, hecho que es totalmente falso.

A fin de solucionar la situación descrita líneas arriba, convoqué a una reunión virtual, en la cual aclaré al personal que lo emitido no figura en el reglamento interno de trabajo, y que nunca hubo el deseo de maltratarlos y hacerlos sentir presionados a tener más trabajo, más aún en esta época de pandemia.  

Al darles la palabra a los miembros de mi equipo de trabajo, fue grata la oportunidad para observar las opiniones, buenos deseos y apoyo unánime de mis compañeros de trabajo, los cuales manifestaron su beneplácito  en el trato que se les viene brindando como profesionales y personas.     

Terminada la reunión, recibí mensajes de apoyo, cariño y aprecio hacia mi persona, las cuales causaron emoción, sensibilidad y gratitud hacia las personas quienes comparten labores conmigo. Lloré de emoción, necesitaba hacerlo. Estoy pasando por meses de mucho dolor emocional, cuya responsabilidad es plenamente mía, pero sentí alivio al ver que hay personas que me acompañan y saben de mis buenas intenciones hacia ellos, las mismas que son de todo corazón para todas las personas que conozco.

No es mi estilo de vida el actuar con dureza o mala intención, pudiera  haber sancionado al colaborador, pero a pesar de su mala actitud, el que tuvo que dispensarse con todo el equipo fui yo, y lo hice de buena fe, con la firme convicción de seguir manteniendo un grato clima laboral institucional.

Doy gracias a Dios por haber actuado con paz, de haber afrontado la reunión con todos los colaboradores y dispensarme con ellos por la mala interpretación y mala fe de un colaborador que nunca reconocerá sus errores, pero bueno, le deseo lo mejor y que algún día mejore y deje de lado las actitudes soberbias y auto suficientes.

Cuanto sentí la falta de mi madre, guardo su sonrisa y voz en el alma, así como la de un ser especial que vive por siempre en mi corazón, tan cerca y tan lejos, solo me queda mi fe y mi amor.

El aprendizaje continúa, sigo caminando en el aula de mi existencia.

Marco Antonio Malca Delgado

Lunes 04 de octubre del 2021

00:51 am