domingo, 24 de febrero de 2019

EL SALUDO: BASE ANGULAR DEL RESPETO


Ayer conversando con Rodrigo, quién tiene mi misma edad y nacimos el mismo mes, reflexionábamos sobre la forma en que fuimos criados, ya que somos de la misma generación, aquella en que los padres exigían mucho a sus hijos, y les inculcaban que por sobre todas las cosas el respeto es fundamental para  que te abran las puertas del mundo, y que ese valor se brinda a todos, ya sean niños jóvenes y adultos.

Yo era muy pequeño y no me daba cuenta de lo importante que es ese valor, y cuando me acercaba a algún lugar donde había una persona mayor, automáticamente decía “Buenos días señor”, “Buenos días señorita”, “Buenos días padre”, “Buenos días casero”… ¡Sí! Porque al casero de mi madre por más humilde que sea debía de saludarlo con alto respeto y consideración… ya que es igual a todos y debíamos ser agradecidos con los que nos sirven en el día a día.

En realidad me parece increíble como con mi amigo Rodrigo habíamos tenido similar crianza, con firmeza y exigencia, con amor y celo, con inmenso respeto como valor fundamental para las relaciones humanas.

Cuando iba junto a mi madre al mercado, ella le preguntaba a su casero de las verduras: “¿Casero saludó mi hijo antes de pedirle algo la semana pasada?” y el señor le dijo: ”Sí señora, el caserito siempre saluda, es muy educado y respetuoso”…  y mi madre no me felicitaba, ni me daba algo a cambio por haber saludado, era mi deber de estado saludar a donde iba, sean mis familiares, amigos, mercados, bodegas, visitar a mis familiares,etc.

Historias similares me contaba Rodrigo, y es que nos parecemos tanto que parecemos que fuimos criados por la misma madre, con la misma exigencia, con la misma firmeza, con el mismo amor, con las mismas normas que un hogar de los años 70s inculcaban en sus familiares, así criaban los padres a sus hijos, y nadie se traumaba ni ofendía.

En la actualidad, en un gran porcentaje el “Buenos días” se ha convertido en “Buenas”,  o ya no hay despedida cuando uno se retira de la escuela o del trabajo, y es que esa es la puerta de entrada del respeto hacia los demás: “El respeto  se demuestra en forma natural y sin exageraciones…es mi deber de estado respetar con convicción a los demás”.

Hoy soy una persona que tiene más de 50 años, pero que vivo “marcado” por ese “sello” de respeto y consideración que mi madre marcó en mi diario vivir desde temprana edad, ella me enseñó con gran energía que el respeto es mi carta de presentación hacia el prójimo, y que el saludo es la primera impresión que la gente se lleva de mí.

En realidad Rodrigo y yo somos uno, tal vez no me entiendan, pero para hacerlo más fácil diré que él fue la voz de mi conciencia que me hizo retroceder más de 45 años para recordar cómo me formó mi mamá,  esa buena mujer norteña que puso todo su corazón para formar en valores a sus amados hijos.

Gracias por enseñarme a respetar mi mamá Miriam de mi corazón.

Dios los bendiga por siempre.

Marco Antonio Malca Delgado

Domingo 24 de febrero del 2019
23:39 pm



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