miércoles, 18 de marzo de 2020

YO LLEGABA SIEMPRE AL ÚLTIMO

Hola amigos, deseo que se encuentren en sus hogares evitando la propagación del coronavirus.

Estaba recordando a mis maestros, a aquellos seres que marcan nuestra existencia desde temprana edad,  y recordé con mucho aprecio a mi profesor de educación física de primero de secundaria.

Cuando ingresé al grado mencionado, el año 1978, tenía 11 años, era un niño "gordito", sin llegar a obeso, pero con poco talento o "atributos" para ser destacado en educación física, a tal punto que cuando trotábamos llegaba entre los últimos de la clase, y a veces último.

Recuerdo que recibía la burla de mi hermano mayor, quien siempre contaba en casa que yo "llegaba siempre al último", y se reía, poniéndose siempre como "ejemplo" de buen deportista, y vaya que sí lo era... fútbol, natación, atletismo...mi hermano mayor tuvo una época en que destacó en estas disciplinas. 

"Alumnos, antes de hacer ejercicios vamos a dar 5 vueltas a la pista atlética", expresaba mi profesor Justo, así se llama (espero y anhelo que esté vivo), y al dar esa indicación empezaba mi suplicio, ya que sabía que iba a llegar entre los últimos, y ahora me doy cuenta que también tenía una autoestima muy baja, la cual "traía" conmigo desde la educación primaria, donde experiencias similares me sucedieron.

En realidad no sabía trotar, empezaba entre los primeros y llegaba al final, sin oxígeno, agitado...pensé que nadie se daba cuenta, hasta que mi profesor Justo dialogó conmigo: "Vamos Malquita, no te sientas mal, yo te acompaño...respira lento, corre despacio, no hay apuro...", y ese fue el común denominador de cada clase, fue el maestro que me brindó confianza, me trató como un padre trata a su hijo, como un maestro con vocación trata a su alumno, hasta lograr el cambio de actitud en el ser humano a su cargo.

Pasaron algunos meses hasta que mi hermano mayor llegó a casa con una noticia que el mismo no podía creer: "Papá, me han contado que Marco llegó tercero en las carreras en la pista atlética del colegio", y mi padre se alegró, pero a pesar de ello siempre el gran atleta de la casa era su primogénito, yo aún seguía siendo el "gordito" que llegaba al final, hasta que gracias al profesor Justo me enamoré del atletismo, salía a trotar por cuenta propia, hasta ahora lo hago... los amigos del barrio me escogían al final cuando jugábamos fútbol, pero cuando vieron el cambio en mi estado físico también se mofaban al comienzo, pero ya no era el niño de baja autoestima, ahora yo les ganaba en carreras a mis amigos, nunca fui un gran futbolista, pero sí llegué a ser un buen corredor, un trotador que encontró en este deporte una manera de botar las penas, y una gran oportunidad de estar frente al mar, de correr frente a las olas, con otro aíre para mis pulmones, con otro viendo rosando mi cuerpo, con los delfines que a veces visualizaba, y que parecía comprendían mis deseos de volar, de correr, de ser feliz, de sentirme tan libre como ellos, tan alegres como su canto, quería ser bueno en algo, y creo que lo conseguí.      

El profesor Justo logró que su alumno cambie de actitud, que recupere su autoestima, que no haga caso a las burlas de los demás, que con perseverancia se consiguen las metas, que no importa llegar primero, al medio o al final, sino el saber llegar, el entrenar, el saber respirar, el trabajar en silencio, el creer en mí, en ayudar al que necesite mi ayuda, a parar  de trotar si veo que alguien se accidentó, eso es lo más importante, no el ser un "super atleta" vanidoso y burlón, como muchos  que conocí y que incluso encontré después de años, gordos y lentos, como alguna vez yo lo fui.

Un docente marca la vida de sus alumnos, para bien o para mal, ahora recuerdo al profesor Justo, su nombre completo es Justo Díaz Oliveros, docente por vocación, quién marcó mi vida por completo, con su calidad humana, con su profesionalismo e inmensos deseos de ver que todos sus alumnos se sientan bien en su clase de educación física, esas inolvidables sesiones de clase donde el daba el ejemplo haciendo los ejercicios antes que sus alumnos, trotando con ellos, cuidando su higiene, su porte, su salud.

Hoy sigo trotando, ya pasaron 42 años de los hechos descritos líneas arriba...parece que hubiera sido ayer, como pasa la vida, como pasa el tiempo...

Gracias querido profesor Justo, sus enseñanzas marcaron mi vida para siempre.
Le prometo seguir trotando, tal como usted me enseñó.
Educadores como usted necesita este agitado mundo.

Dios los bendice

Marco Antonio Malca Delgado

Miércoles 19 de marzo del 2020
01:50 am  

     

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