sábado, 1 de septiembre de 2018

CARTA PARA DANIELA

Querida Daniela:
La vida de un educador itinerante es una vida llena de sorpresas, aprendizajes y anécdotas, cuando visita las escuelas aprende de sus propuestas académicas, misión, visión, valores institucionales, carisma, estilos de gestión, reglas y normas de convivencia, etc.

Pero desde mi apreciación, de quienes más aprendo son de los integrantes de la razón de ser del colegio, que indudablemente son nuestros queridos alumnos y alumnas, quienes a través de su gran carisma, valores y sabiduría saben transmitir enseñanzas de vida.  

La semana pasada visite tu colegio, un centro educativo muy querido y tradicional, que profesa el amor a Dios a través de la religión católica, y me sentí muy contento por la acogida que recibí junto a mi equipo de trabajo, y aún más feliz cuando en forma casual te conocí.

Estaba en la recepción de tu colegio, en la entrada principal, dialogando con la señora recepcionista, cuando de pronto veo ingresar a una señora madre de familia, quién anunció que había llegado con su hija y que la iba a  hacer ingresar al colegio, de pronto observé a una alumna sentada sobre una silla de ruedas, y asumí que se había accidentado, y que necesitaba ayuda para subir las escaleras.

Le ofrecí mi ayuda a tu querida madre, pero ella me agradeció, expresando que no era necesario, que tu lo ibas a hacer, cuando de pronto veo que te incorporas de la silla de ruedas y empiezas a subir las escaleras con dificultad, pero por tus propios medios. Cuando te vi subir escalón por escalón pude recién notar que lo tuyo no era momentáneo, que padecías de algún problema de salud física que impedía que caminaras bien, como la gran mayoría de tus compañeras/os de aula y de promoción, ya que este año culminas tu educación secundaria, pero para ti esta dolencia no mermaba tu estado de ánimo y menos tus sueños e ilusiones, y que a pesar de las adversidades tienes un corazón a prueba de todo, seguro que esa formación te fue dada en el hogar y reforzada en la escuela, convirtiéndote en una hermosa jovencita, valiente, inteligente y luchadora, cuyo objetivo profesional es llegar a ser una gran economista.    

Recuerdo haberte expresado que serás una gran profesional, y que tu patria te necesitaba, y que serías de las mejores, hasta llegar incluso a grandes responsabilidades en pro de tu comunidad, y recibí como premio una mirada serena y feliz de una joven valerosa e inteligente, cuya fortaleza mental y espiritual vence todo escollo que se le pudiera presentar, y que cuenta con el apoyo de una madre y una familia que te sabe educar y formar para que triunfes en la vida, y seas un arco iris de colores y valores que transmitirás en tu comunidad.

Cuando te retiraste en el vehículo de tu madre, pude comprobar que en este mundo tan difícil aún existen padres que aman de verdad a sus hijos, como es el caso de tu mamá, e hijos/as que corresponden a ese amor dando lo mejor de sí, tal como tú lo sabes hacer.

Gracias querida Daniela, por la sonrisa que me obsequiaste y la seguridad de tu voz que expresó sus objetivos a pocos meses de acabar tu formación secundaria, por ese caminar exitoso por la vida, firme, seguro, amando tus metas, eres la buena hija que toda familia desea tener.

El próximo año cuando visite tu colegio ya no te encontraré, pero siempre te recordaré por tu carisma y serenidad de mirada, y tal vez en poco tiempo me cruce con la gran economista Daniela, quién me enseñara a ahorrar mis energías y saber distribuirla entre todos los que necesiten de mí.

Te deseo mucha felicidad y trascendencia en tu buena vida, seguiré tu ejemplo de lucha y amor por conseguir tus objetivos y anhelos. 

Sigue enseñando a los demás que la vida es un gran desafío...gracias campeona de la vida.

Dios los bendiga por siempre.

Marco Antonio Malca Delgado
Domingo 2 de setiembre del 2018
12:56 am 

   

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