El día a día nos brinda diversas experiencias, desde que salimos de casa rumbo al trabajo o a otras actividades, la calle se convierte en nuestra "aula de aprendizaje", es el observar a la gente en distintos escenarios, ya sea en el bus, caminando, trotando, manejando un auto, vendiendo periódicos, ver a los niños rumbo a su escuela, vendedores de golosinas ganándose la vida, policías patrullando la ciudad, accidentes, indigentes, ciclistas, etc.
En mi ruta habitual, desde hace varios meses observaba a un señor mayor, talla mediana, canoso, vestido decorosamente, ofreciendo caramelos a todas las personas que pasaban manejando su auto, siempre muy temprano, el está desde las 6: 30 de la mañana trabajando de esta manera para ganar el sustento diario y poder sobrevivir.
Siempre transitaba en mi auto y pasaba junto a el, pero no le compraba sus caramelos, hasta que un buen día me animé y bajé el vidrio de mi auto: Señor: ¿Cuánto cuestan sus caramelos? diez por un sol replicó el buen hombre, a lo cual acepté y compré...su mirada era tranquila, no parecía una persona "necesitada", estaba limpio y bien vestido.
En una segunda oportunidad volví a colaborar con sus ventas matutinas de caramelos, y dialogando con el me dijo que se llamaba Pedro, y que tiene 76 años de edad...la verdad me sorprendió que una persona de esa edad mayor salga tan temprano a trabajar dignamente, y al seguir dialogando le pregunté por qué trabajaba tan temprano y me respondió "trabajaré hasta los 100 años nada más", sonreímos por lo que expresó, por su buen estado de ánimo y voluntad de hacer algo por la vida.
Hoy martes 3 de setiembre volví a pasar por mi ruta habitual, la misma por donde encuentro a Pedro, y esta vez, después de comprar sus caramelos le pregunté donde vivía, y expresó que vivía solo, en una habitación con baño propio que el alquila, que perdió a su familia hace años por causa del alcoholismo, que ese vicio lo hizo tocar fondo, ya que no podía salir del mismo...me quedé en silencio, no sabía que decirle, hasta que le dije: "pero te veo bien", y me dijo que su vida cambió por completo cuando conoció a Dios, que el estaba enfermo, con cirrosis al hígado, y que un milagro de Jesús, a quién conoció en un centro de rehabilitación hizo que se sane por completo, y que nunca más cayera en tan doloroso vicio, y que ni los médicos le daban esperanzas de recuperación.
Ahora que ya está bien, expresó que el vicio destruye a familias enteras, tal como le había sucedido a él, pero que ahora se gana la vida trabajando honradamente, cuando estaba en su mejor época tuvo un buen trabajo y estatus, de lo cual tan sólo quedan recuerdos...
Pedro: ¿Tienes hijos?...Tengo una hija que vive en Estados Unidos, en Miami, y que lo bueno que cada vez que viene siempre se acuerda de mi y me "da algo para vivir".
¿Saben? La vida nos da lecciones día a día, esta historia no es ficticia, se trata de lo que pasó en la vida de un hombre que si ustedes analizan es notoria su educación y buen hablar, una persona que hoy hubiera estado junto a su familia gozando de sus años mayores, viajando con su buena hija por bellos lugares, pero que la vida le deparó duras lecciones...y a pesar de todo sigue con fe.
"Pedro pero ahora estás bien", le dije, a lo que me dijo que desde que le dijo a Dios: "Te acepto de corazón como mi Dios y salvador" todo en su vida cambió y ahora está en paz, sano y tranquilo.
Pedro ya cambió la luz del semáforo, cuídate, que Dios te bendiga...gracias a ti varón, sigue adelante, me dijo.
Y así, una vez más, aprendí una gran lección de vida que el buen Pedro me brindó...
Aquel vendedor de caramelos de 76 años lucha para ganarse el pan de cada día...
Su esposa lo dejó, su hija también...y hoy su única familia es el Dios que lo cambió...
El aula de clase llamada "Ciudad" me enseño una vez más a no perder la fe...
Esa fe perdida hace tiempo atrás...y que anhelo recuperar con alegría y paz...
Gracias por tus caramelos, amigo Pedro, pero más agradecido por tu valiente testimonio de vida.
Pediré al Dios que aceptaste como tu salvador que te devuelva a tu buen hogar.
Dios los bendiga por siempre.
Marco Antonio Malca Delgado
Martes 03 de setiembre del 2019
19:05 pm
Esta vez el alcohol hizo que una persona perdiera lo más preciado que tiene el ser humano, la familia. Pero no solo el vicio destruye la familia, también lo hace la violencia verbal o física, el abandono de los hijos por ser irresponsable o por trabajar en exceso para darle lo mejor, lo que tú nunca tuviste y luego cuando vez que se alejan de ti cuando son adultos te preguntas por qué se van si yo les di todo lo mejor que pude; cierto les diste cosas materiales pero te faltó lo esencial, te faltó darles amor verdadero, escucharles y llegar a conocerles como sí lo hizo derrepente la abuela o la nana que los crió mientras tú buscabas un mejor trabajo para darles mejor calidad de vida material pero te olvidaste de lo espiritual que es lo que verdaderamente une a la familia. Somos humanos y tenemos el derecho de equivocarnos pero la obligación de enmendar lo que hicimos mal. El caballero en mención está en paz y si alguien de su familia desea apoyarlo, estoy segura de que él lo aceptará gustoso porque es una forma de recuperar el tiempo perdido. Bendiciones
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