De vez en cuando llevo mis zapatos al profesional que arregla calzados, más conocido como el "Zapatero", o como les decían en la época de mi padre "Zapatero remendón", que por lo general se encuentran ubicados al interior de los mercados populares, y que gozan de la confianza de sus clientes, a quienes conocen muy bien, incluyendo a sus familiares.
Desde hace varios días quería llevar mis zapatos marrones a que los lustre, ya que siempre lo hace con mucha responsabilidad y dedicación, hasta que hoy domingo fui a su taller dentro del mercado para dejar mis "chuzos", así le dice mi padre a sus zapatos viejos, y me llevé una triste sorpresa.
Vi que su taller estaba cerrado, y pregunté a una señora que vende comida frente a el:
Señora: ¿Sabe si el señor que arregla zapatos abre los domingos?
No señor...el vecino falleció hace un mes.
¡No puede ser! ¡Si hace poco lustró y renovó mis zapatos! ¡Que tristeza!
Si señor...el zapaterito era muy buena gente...se lo llevó el Covid 19, ¡una lástima!
Se me hizo un nudo en la garganta, parecía que un familiar había partido. Tal vez tú, que estás leyendo estas líneas me dirías: ¿Qué pena no? , uno más de la lista, víctima de esta nefasta pandemia.
Me conmovió mucho esta noticia, sobre todo porque cada vez que acudía por sus servicios dialogábamos amenamente, era muy humano, trabajador, positivo y alegre, y siempre me expresaba sus buenos deseos, y ni qué decir de la calidad de su trabajo, el cual lo hacía con mucho esmero y dedicación, esa es una breve descripción del zapatero del mercadito cercano a mi casa, el cual ya partió al lado de Dios, ya que era un hombre de fe.
Hoy me encuentro muy sentido, ya que he perdido la cuenta de las amistades que han partido, porque recuerdo su alegría y su cariño, su autenticidad y valía como seres humanos, sus trabajos y deseos de vivir, así era mi "casero", el noble zapatero del mercado, que hoy me hizo llorar porque no debió partir de esa manera, un hombre bueno sin igual.
Recordaré siempre tu última lustrada, hace casi un mes, cuando llevé tres pares de zapatos, y los dejaste como siempre: limpios y brillantes, similares a tu espíritu y buen corazón.
¡Ve con Dios mi querido amigo Zapatero!
¡Estoy seguro que arreglarás y dejarás brillando las sandalias de tu maestro Jesús!
Dios los bendice.
Marco Antonio Malca Delgado
23 de mayo del 2021
20:33 pm
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