martes, 8 de noviembre de 2022

UNA CLASE EN EL BIOHUERTO

Acompañar en clases a los docentes a mi cargo siempre ha sido muy gratificante.

La semana pasada, observé la sesión de aprendizaje de una buena maestra de primer grado de primaria, la misma que se llevó a cabo en el biohuerto del colegio, lugar pequeño, pero acogedor, donde su puede sembrar todo tipo de hortalizas, hierbas aromáticas y medicinales, sin utilizar insumos químicos, abonando la tierra de manera natural.

Dada la edad de los niños, que fluctúan entre los 6 y 7 años, las indicaciones deben ser claras y eficaces, aunados a un trato afectuoso y empático.

Es gratificante ver a los niños felices durante el desarrollo de esta clase, sobre todo porque lo aprendido en el aula lo ponían en práctica, en un trabajo en comunidad, donde todos se ayudaban, como aquellas niñas que al observar que a una compañera se la había caído su recipiente con tierra fértil se acercaron a ayudarla, a levantar su material, en la mejor lección que todo niño sabe brindar a los adultos: "Un alto sentido de fraternidad", un "Haz el bien sin mirar a quien".

Mientras monitoreaba la clase retrocedía en el tiempo y recordé cuando estudié primaria, antes, a primer grado le decían "transición", y recordaba a mi maestra Esther enseñarnos "la germinación", y el proceso de como crecían las plantas, desde colocar la semilla en un recipiente y cuidar de la misma, la absorción del agua, hasta dar vida a un hermoso ser viviente de la naturaleza.

La actividad previa es trascendente: indicaciones claras, observación permanente a los niños, comprobar si entendieron las instrucciones, velar por su seguridad cuando están cortando con tijeras y que eviten jugar con las mismas, el desplazamiento del salón al biohuerto, y finalmente la emoción de los más queridos de la escuela al tener contacto con la tierra, el sembrar, el trabajar en equipo de manera solidaria, el ambiente favorable para llevar a cabo una clase práctica, que servirá para que las nuevas generaciones cuiden el planeta, ese hermoso templo azul que se deteriora cada día más.

Definitivamente una clase práctica vale mucho más en el desarrollo humano, es como el médico que se graduó sin haber asistido a un paciente, o como el arquitecto que no construyó una maqueta durante sus estudios, o como el maestro que no hizo prácticas pre profesionales, y que pone en riesgo el futuro cultural de niños y jóvenes.

La clase del biohuerto me dio la esperanza y certeza de que no todo es negativo en lo que concierne al futuro de la humanidad, ya que si seguimos trabajando el gran compromiso de preservar la humanidad desde la escuela, lograremos salvar nuestro ecosistema, y ese gran reto lo lograremos con docentes que en realidad amen la enseñanza, que sean amantes de la cultura y sean altamente motivadores con sus pupilos.

Una vez más, salí de una clase inspirado, seguro de contar con docentes de calidad, ahora tan fuertemente criticados, y que en esta época post pandemia vienen luchando por nivelar a sus alumnos, pero por sobre todo recuperarlos emocional y espiritualmente.

Cada vez que enseñemos, pongamos en práctica lo que en teoría hemos plasmado, es la mejor forma de lograr el tan anhelado "aprendizaje significativo", el mismo que nunca más olvidaremos y que vivirá impregnado en nuestras mentes y corazones, gracias al compromiso y profesionalismo de buenos docentes, como Miss Raquel, quién logró que los niños a su cargo disfruten una clase que les servirá para toda la vida, gracias maestra.

Dios los bendice

Marco Antonio Malca Delgado

Martes 08 de noviembre del año 2022

04:05 am         

          

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