miércoles, 7 de noviembre de 2018

LA AGENDA QUE PERDÍ

Era el mes de octubre del año 2012, me desempeñaba como director de una reconocida escuela y dentro de mis actividades, decidí darme un espacio y acompañar a los alumnos de segundo de secundaria a una visita de estudios, a un lugar conocido como las "Lomas de lúcumo".

A todo lugar donde acudo siempre llevo mi agenda de trabajo, ya que me permite tomar nota de acciones y detalles necesarios para llevar a cabo una mejor gestión en la escuela bajo mi responsabilidad, y esta actividad no fue la excepción, llevé mi agenda, es de mi "vademécum" , donde está el día a día de mi trabajo.

Ya en plena ruta, y mientras transitaba por el pasadizo del bus para verificar que los estudiantes se encuentren bien, decidí dejar mi agenda en la parte superior, que era como un cesto para poner maletas y otros, a fin de estar con las manos vacías, todo transcurría normal, hasta que de un momento a otro, mi agenda salió "volando" por la ventana de la unidad móvil, en la misma, estaba mis anotaciones y actividades pendientes, algunos documentos de trabajo, números telefónicos de contactos... en ese momento entré en ansiedad, pretendí ordenar al chofer que pare el omnibus para ir a recoger mi "arma de trabajo", pero era muy arriesgado, dado que estábamos en plena carretera...mi agenda se perdió, se la llevó el viento...

Pasaron los minutos e interiormente no paraba de lamentarme: ¿Cómo se me ocurrió poner la agenda allí arriba? ¿Y ahora como recupero mi información? ¿Qué hago?
Recuerdo que Fernanda, una joven alumna se dio cuenta de mi inquietud por la agenda y me dijo: "Director, tranquilo, ya pasó, la agenda no importa, sino lo que está en su mente y corazón, lo  que tenga que recuperar lo hará, no se preocupe..."
Agradecí sus palabras y noble gesto solidario, pero la preocupación y lamento duraron varios días en mí, hasta que todo pasó y empecé nuevamente, me agencié de otra agenda y retomé mis apuntes cotidianos, los detalles del día a día, tal como había aprendido de mi padre, a quién desde niño lo relaciono con su inseparable agenda, aquella que es la que le ayuda a llevar su día en orden, la que le indica cual es el programa de mañana, pasado mañana, la próxima semana,etc.

Ahora que han transcurrido 6 años del hecho que les narro líneas arriba puedo sacar algunas conclusiones:

1.- Tener una agenda es importante, si se pierde la vida continúa.
2.- En vez de "anotar todo", también lo puedo "grabar" en mi mente y tomar acciones en el día.
3.- No debo ir con demasiado "equipaje" a una visita de estudios, menos si voy acompañado de jóvenes, ya que las hojas escritas son nada en relación a disfrutar de su compañía.
4.- Lo material no debe marcar tu existencia, sino lo espiritual.
5.- La mejor agenda es vivir y actuar con intensidad el hoy, lo que programes para mañana no sabes si se llevará a cabo, no sabes si tú lo harás.

Son cinco puntos que al inicio no los entendía, pero que el tiempo te va "tranquilizando" y haciendo entrar en razón, controlando tu ansiedad, si bien es cierto mucha gente usa agenda, tanto en físico o tecnológico, no debemos depender de estas con "filial devoción", es material, se acaba, y lo que anotaste pasa, lo que queda es lo vivido, tu mejor agenda es lo que llevas en tu mente y corazón.

Ya llega fin de año, y la agenda de este año, mi cuaderno color marrón; va cumpliendo su misión, tiene anotaciones de los meses anteriores, de los que ya viví, de los que tan solo quedan recuerdos, y observo que no hay anotaciones de lo que viene, pero es mejor, ya que lo que deba hacer hoy, más que anotarlo debo cumplirlo, y si es para hacer el bien mejor.

La agenda de la vida nos aguarda, nos espera con ganas de que actuemos más y escribamos menos.

En vez de escribir mi agenda, escribiré un libro, un libro que trate sobre lo trascendente que hice y logré en mi vida, un libro que se llame: "Mi mejor agenda es vivir cargado de amor."

Dios los bendiga por siempre.

Marco Antonio Malca Delgado
Miércoles 07 de noviembre del 2018
05:17 am        

   

       

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