miércoles, 30 de octubre de 2024

DÉJAME QUE TE CANTE

Me gusta cantar. esté alegre o triste lo hago todos los días, mentalmente o a viva voz cuando estoy solo.

Antes de ayer, cuando los chicos  retornaron a la escuela después de 45 años, recordé la canción un velero llamado libertad, porque ayer se fueron y decidieron batirse en duelo con el mar (la vida), tal como lo hacemos tu y yo en el día a día.  

Ayer visité al mar, el cielo estaba gris, pero mentalmente le cambié el color e imaginé un día radiante y con cielo azul, que me empujaba a cantarle al Dios que me pide que le dedique una canción, ese mismo ser espiritual que me alivia desde niño cuando me echaba en el césped del campo de marte para internarme en el algodón blanco de las nubes, y que me incitaba a dar gracias y enviarle melodías de amor y bendición.

Con los ojos cerrados, me interné en el sonido eterno de la inmensidad del mar, las olas me recordaban la presencia del ser espiritual, aquel que siempre me acompaña, al que siempre mi alma busca y no comprende, pero que sé me acoge y protege, me talla y me consuela, me empuja y me exhorta.

¿Dónde estás Señor? ¿Cómo llegar a ti?  tengo miedo de que pase mi vida sin cumplir mi misión... pero lo expreso cantando, mirando al cielo, la inmensidad del mar, dejándome acariciar por el aire que respiro.

Pocos segundos después de haber cantado, me di cuenta que estaba equivocado, que en realidad la naturaleza divina me canta todos los días de diferentes maneras y formas, con ruido y sin el, frente al mar o en el parque, tomando agua o respirando aire puro, me canta al ver la caída del sol, a al caminar bajo una noche de intensa lluvia.

Hoy las aves que divisé me cantaron con amor la melodía más bella dedicada al corazón que no deja de latir, y que acelera su ritmo al mirar hacia adelante con esperanza y paz.

Al mover las piedras duras salió una melodía fuerte que me dijo: ¡Tira la primera piedra, y te devolverán mil pedradas!, fue una canción con una letra fuerte y veraz.

Las olas del mar estremecieron mi alma, y sus acordes me recordaron que debo soportar las tormentas y el altamar.

El aire que respiraba me ofreció la más hermosa melodía de paz a través de sus caricias, esas que parecían el beso de una madre después de alumbrar a su vástago.

Mi naturaleza hermosa, hoy fui a cantarte y regresé lleno de ti, quise cantarte y no lo permitiste, y me dijiste: "Tu eres el huésped de mi casa, acá el que canto soy yo", "tu por favor cuídame y no permitas que nadie malogre este inmaculado hogar".

Cuando la naturaleza cantando me hizo ese pedido final, guardé un silencio profundo, y recordé como estamos destruyendo nuestra casa, el hermoso planeta tierra, su naturaleza, que corre el riesgo de ya no cantar nunca más: cuando llegue ese día el único canto que escucharemos será de llantos y gran dolor.

Gracias naturaleza por cantarme, mi canto es tu hijo indefenso, el tuyo es el canto de Dios.    

Marco Antonio Malca Delgado

Martes 30 de octubre del 2024

17:30 pm    

      

       

 

  


    

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