Elegantes y veloces, vivaces e incansables, pequeñas, medianas y grandes, de colores arena, verde o amarillo, con una armadura medieval que las protege: así son las lagartijas que me acompañaron durante mis días de descanso.
Cuando pasaba trotando, me observaban alarmadas, tal vez pensando
que podría hacerles daño. Poco a poco se iban deteniendo, y cuando les decía:
¡Hola! ¡Qué lindas son!, parecía que se alegraban. Me miraban y desaparecían a
toda velocidad, ingresando dentro de los troncos de árboles que les servían de
hogar, así como en las extensas áreas verdes que las protegían de la
contaminación.
En cada paso que daban, parecían dar pasos de baile tropical, llenas
de armonía y sabor. La vida alterna que tienen es muy sabia y más sana que la
mía: respiran verdor, se abrazan a los troncos de árboles antiguos, y al
mirarme parecían decirme: “Mi mundo es mejor que el tuyo. Queremos vivir más,
pero tus similares humanos cada vez depredan nuestra casa. No han cambiado
nada, siguen siendo egoístas”.
Descubrí que nuestra comunicación era a través de tiernas miradas.
Nos mirábamos fijamente a los ojos, y cuando estaba de rodillas y descalzo en
el hermoso parque donde hacía mis envíos, cuidaban de mí a lo lejos. Oraban
junto a mí, porque nuestro Dios es el mismo, y me pedían que cuidara la
naturaleza, que impida que sigan talando árboles, que ya no hay niños que los
miran, que les ponen trampas para matarlas sin sentido. Y lloraron
desconsoladamente.
Gracias por acompañarme en estos días de reflexión solitaria.
Gracias por pedirme que cuide tu hogar, por decirme que tus familiares no son
“simples lagartijas”, sino seres espirituales que equilibran la naturaleza.
Gracias porque lloramos juntos y prometimos nunca hacernos daño. Gracias por
entenderme y consolarme con tu silencio, por hacerme respirar unos aires
diferentes, por decirme que soy feliz y no me doy cuenta, por pedirme que siga
ayudando. Gracias porque a la distancia me sigues acompañando, por hacerme
sentir digno de ser llamado “ser humano”.
Un abrazo, animalitos de Dios.
Marco Antonio Malca Delgado
Jueves 04 de diciembre del 2025
01:24 a.m.
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