miércoles, 20 de agosto de 2025

¿POR QUÉ DECIDÍ CORRER?

De niño tuve una baja autoestima.

En estos momentos de mi vida no busco culpables, menos aún victimizarme, pero la verdad es que los responsables de mi inseguridad fueron mis padres. 

Los amo y los llevo en mi corazón por siempre, pero ellos me educaron como fueron educados: con rigidez, golpes y maltratos. No niego que también me dieron mucho amor, sobre todo a través de sus hechos.

Mi niñez tuvo muchos matices. Uno de ellos fue mi alimentación, que fue buena, ya que mis padres —sobre todo mi madre— me enseñaron a comer sano y nutritivo: menestras, vegetales, pescado, carne, leche, vitaminas, controles médicos, etc. Yo era un niño “gordito”; no llegaba a ser obeso, pero sí tenía sobrepeso, ganándome el sobrenombre de “Chancho”, como me decían mis hermanos y amigos del barrio.

Cuando jugábamos pelota, yo era el último en ser elegido, porque era el “gordo”, lento e inútil para los deportes, mientras los demás eran “estrellas” del fútbol.

Tenía que soportar gritos e insultos cuando perdía una jugada o cuando me hacían un gol “por culpa mía”.

Fui creciendo, y en quinto año de primaria fui mejorando en la práctica de deportes. Me di cuenta de que era veloz, pero aun así no creía en mí ni en mis condiciones físicas, ya que prevalecían los insultos y atropellos verbales que no me permitían avanzar.

Hasta que, en primero de secundaria, tuve la suerte de contar con la motivación e inspiración de mi profesor de Educación Física, el señor Justo Díaz Olivera, quien corría con los que llegábamos entre los últimos. No importaba si íbamos lentos o si caminábamos: él nos alentaba, nos motivaba, nos respetaba. Iba junto a sus alumnos “tortugas” y dejaba que las liebres corrieran como locos.

Un día, mi profesor me dijo que fuera los sábados a practicar deportes, a correr. Pedí permiso a mis padres, y aunque mi hermano mayor se oponía —pues me consideraba “inútil” para los deportes—, yo me impuse y me dieron permiso.

Fueron unos sábados inolvidables del año 1978, cuando cursaba primero de secundaria.

Ese mismo año, en el que al principio llegaba entre los últimos al dar varias vueltas a la pista atlética, terminé llegando tercero entre los cincuenta alumnos que éramos en mi salón.

El profesor Justo cambió mi vida. Me enseñó a amar la cultura física, a respirar sin agitarme, a tener velocidad y saber correr, a ayudar al que se cae trotando y parar para socorrerlo, a aprender salto alto, lanzamiento de bala, hacer gimnasia… pero, sobre todo, me enseñó la pasión por correr. En segundo lugar, me inculcó el amor por la natación.

Han pasado 47 años desde aquellos hechos, y mantengo mi pasión por correr, sobre todo al costado del litoral, donde respiro aire puro, sin smog, y renuevo fuerzas físicas y espirituales para seguir cumpliendo la misión que tengo en este tour llamado vida.

Desde los 12 años siento pasión por correr. Es parte de mi estilo de vida, y cuando dejo de hacerlo me siento intranquilo, siento que me falta vida. Cuando salgo a correr, me siento como un delfín en su travesía por el océano, o como un ave surcando el cielo azul.

Aún sigo corriendo, pero a mi ritual deportivo le he agregado oración, acción de gracias y saludo a las personas que sirven a la comunidad. Cuando veo personas que necesitan de mi mano solidaria, se la extiendo con amor, como a una ancianita a quien ayudé a cruzar la pista y, a cambio, me gané un tierno beso en la mejilla y un “gracias hijito, que Dios te bendiga”.

Les sugiero que salgan a correr, pero tranquilos. Nada ni nadie debe apurarlos. Deténganse en algún lugar que tenga verdor puro, elijan su árbol “padre” para abrazarlo y agradecerle, para sentir consuelo cuando estén tristes, y hacer su envío para ser mejores cada día.

¿Quieren correr conmigo? ¿Me acompañan?

El principal requisito es tener fe en uno mismo, correr no es solo mover las piernas, es liberar el alma.

Es reconciliarse con el niño que fuimos, abrazar nuestras heridas y convertirlas en impulso.

Cada paso que damos es una afirmación de que podemos cambiar, sanar, crecer.
Correr es también detenerse cuando alguien necesita ayuda, es mirar el cielo y agradecer, es sentir que la vida es la más bella experiencia.

Corre, pero no huyas. Corre para encontrarte.

Dios los bendice.

Marco Antonio Malca Delgado

Miércoles 20 de agosto del 2025 

 

              

 


domingo, 10 de agosto de 2025

" NO ES CARIDAD: ES DIGNIDAD"

Hola, los saludo con paz desde el fondo de mi corazón.

Hoy domingo 10 de agosto salí a trotar por la mañana a pesar del cansancio emocional por el que estoy pasando. Al pasar por una iglesia católica, observé que una anciana bajaba de una mototaxi a las 7:00 am con la finalidad de asistir a misa, la observé y estaba bajando del pequeño vehículo con dificultad, así que me acerqué y le dije: "señora, permítame ayudarla", y la señora de avanzada edad expresó: "Gracias señor". Así que la ayudé a bajar, le dije que estaba cumpliendo mi misión, y le agradecí por aceptar que la ayude. La acompañé hasta la puerta de la iglesia y le dije: "Listo señora, le deseo un lindo día y que Dios la bendiga, mi nombre es Marco Antonio, le pido que rece por mí", la señora me respondió: "Muchas gracias por su acto de caridad para conmigo", e inmediatamente le dije: "No es caridad señora, es dignidad hacia usted, yo sólo estoy cumpliendo mi misión". Lo acontecido hoy, me hizo recordar una frase religiosa que expresa: "Los tiempos de Dios son perfectos"... y la verdad en este caso fue tal cual, ya que precisamente pasaba trotando cuando la señora bajaba de la movilidad que la transportó hacia la iglesia. Luego que cumplí mi misión con la digna anciana, me quedé pensando en estas dos palabras: "Caridad" y "Dignidad", y al mismo tiempo cual es la diferencia entre las mismas. En primer lugar, la caridad y la dignidad son dos palabras que se hacen trascendentes cuando las ponemos en práctica en la vida cotidiana, y guardan relación con la forma en que tratamos a nuestros semejantes y nos percibimos a nosotros mismos. Veamos algunas diferencias angulares entre estos dos conceptos: En un acto de "Caridad", aplicamos ayuda y asistencia a aquellos que nos necesitan, por lo general debido a circunstancias adversas o dificultades. Asimismo, la caridad es un acto bondadoso y generoso, que realizamos para beneficiar a nuestros similares con necesidades aparentemente extremas. Un acto de "Caridad" puede ser paternalista ya que puede ser tomado que alguien que está en ventaja y poder puede decidir que es lo mejor para los demás. Cuando actuamos en favor de una persona ofreciéndoles "Dignidad" hacia ellos, esta se enfoca en el respeto y valor que se ofrece a los seres humanos, independientemente de las circunstancias o situación. Ofrecer actuar con dignidad hacia una persona, implica reconocer sus derechos y autonomía, tratándolos con respeto y consideración. Cuando valoramos a las personas y las reivindicamos en su dignidad, las empoderamos y recuperamos emocionalmente, ya que de manera natural toman el control de sus vidas y podrán tomar decisiones informadas. Después de analizar ambas palabras, observamos que hay notorias diferencias entre ambas, por ejemplo en su enfoque, ya que la caridad proporciona ayuda y asistencia, mientras que el ofrecer dignidad hacia otra persona se basa en reconocer y respetar los derechos y la autonomía de sus semejantes. Caridad implica una relación desigual, mientras que la dignidad es más integradora, ya que se basa en una relación de igualdad y respeto. El impacto es diferente, ya que actuar con caridad hacia otra persona puede proporcionar alivio temporal, mientras que la dignidad tiene un fondo más profundo y duradero en la vida de las personas. Ambos conceptos guardan relación con la forma en que tratamos a los demás, pero tienen implicaciones diferentes. Caridad es proporcionar ayuda y asistencia, y dignidad es reconocer y respetar los derechos y la autonomía de cada persona. ¿Saben? al margen del análisis de estas dos palabras, me siento feliz por haber tenido la oportunidad de actuar en pro de mi mismo, no de la señora anciana, de esa buena y digna mujer, ya que aceptó que cumpliera parte de la misión que tengo en mi vida, que es ayudar a mis semejantes con respeto y dignidad, sin creerme el "poderoso" y ellos los "débiles" o "pobrecitos". No ayudé a la señora por "Caridad" lo hice por ser ella una mujer "digna", y en ese aspecto merece que otras personas "dignas" la apoyen en seguir caminando por la vida, más aún si acude a orar a una iglesia, y seguir alimentando su yo espiritual. Hoy sentí que Dios me ayudó a cumplir en forma práctica la expresión: "Ama a tu prójimo como a ti mismo", y en un acto de amor y autoestima, y de manera natural, ofrecí una acción digna a una mujer digna, a la cual tal vez nunca más veré, pero seguiré su gran ejemplo de seguir caminando con fe e inmenso amor, así esté encorvado y con bastón.

En un mundo que muchas veces confunde ayuda con superioridad, es urgente recordar que cada ser humano merece respeto, no por lo que tiene o carece, sino por lo que es.

La verdadera ayuda no humilla, dignifica. 

Que cada gesto que tengamos hacia los demás sea una afirmación de su valor, no una demostración de nuestro poder.

Porque cuando ayudamos desde la dignidad, también nos elevamos como seres humanos. Hoy doy gracias a mi Dios por actuar con fe a través de una digna acción. Domingo 10 de agosto del 2025 Marco Antonio Malca Delgado 23:51 pm







jueves, 7 de agosto de 2025

ESCUCHO A LA GENTE DECIR...

 ¡Hola, niños y jóvenes de buenos corazones!

Los saludo fraternalmente y les deseo superación, optimismo y felicidad.

He aquí algunas expresiones que escucho decir a la gente en la comunidad, ya sea en la calle, en el bus o en los centros comerciales.

Estoy seguro de que les harán pensar, reflexionar, y finalmente, sacar sus propias conclusiones. Posiblemente, incluso, cambiarán de actitud.

Dice la gente:

  • “Los jóvenes de hoy no saludan”, pero sé que ustedes sí lo hacen.
  • “Los jóvenes se expresan de manera insolente”, pero sé que de su boca solo salen palabras dignas, cultas y llenas de buenos deseos.
  • “Los jóvenes de hoy son violentos”, y no estoy de acuerdo, pues veo paz reflejada en sus miradas.
  • “Los jóvenes no estudian”, todo lo contrario: investigan apasionadamente y tratan de ordenar su tiempo e información.
  • “También dicen que son indiferentes”, pero observo con emoción una solidaridad increíble y digna de imitar.
  • “No quieren a sus padres”, y eso me preocupa, pues muchos padres no les ofrecen su tiempo y apenas los ven durante la semana.
  • “Dicen que no tienen identidad”, y pienso que los adultos somos responsables de ello.
  • “Que imitan modelos extranjeros”, y no dudo en afirmar que ustedes aman a su patria: son auténticos peruanos, dispuestos a transformarla.
  • “Que no creen en Dios”, imposible, si los veo actuar con amor al prójimo. Son los preferidos del Señor.

Queridos jóvenes amigos, todo esto y mucho más escucho decir a la gente. Día tras día, en distintos lugares de este mi diario vivir, escucho diversas opiniones sobre ustedes.

No dudo que analizarán estas líneas cuidadosamente para clarificar si es cierto lo que se dice. Pero lo que yo les puedo asegurar es que no pensaré de ese modo cuando se dirijan a mí, pues solo opinan así los negativos, los que han perdido la esperanza en un mundo nuevo construido por ustedes.

Y ahora, para cerrar este mensaje con el corazón abierto:

Hoy más que nunca, el mundo necesita de su energía, de su creatividad, de su capacidad de amar sin condiciones. Ustedes son la semilla de un mañana más justo, más humano, más luminoso. No permitan que las voces del desencanto apaguen su luz interior. Sean valientes, sean auténticos, sean constructores de paz.

Confío en ustedes.
Confío en su fuerza para cambiar lo que parece imposible.
Confío en que, a través de sus acciones, la gente dirá cosas cada vez más bellas, llenas de admiración y esperanza.

¡Dios los bendiga por siempre!

Marco Antonio Malca Delgado
Jueves 07 de agosto del 2025
05:09 a.m.


viernes, 1 de agosto de 2025

¿ ERES TRIGO O CIZAÑA ?

El trigo y la cizaña conviven en paralelo, pero hay una gran diferencia entre ambas.

En el ámbito cultural, una parábola del cristianismo nos brinda un hermoso y reflexivo mensaje sobre los seres humanos, asemejándonos al trigo y la cizaña: nadie es completamente uno o el otro. 

Todos tenemos cosas buenas y cosas por corregir.

Sin embargo, en el mundo de hoy, en pleno siglo XXI, pareciera que la cizaña va ganando más adeptos: gente negativa cuya especialidad es generar divisionismo y dudas por donde va, pretendiendo destrozar la fecundidad del trigo, que es pan de vida, fe, trabajo, nobleza y perseverancia.

Recuerdo al personaje de ficción del cómic francés Astérix, Tullius Détritus. En el álbum Astérix y el Adivino, es un agente romano enviado por Julio César para sembrar la discordia entre los galos.

Su "principal talento" era la habilidad de crear división, conflictos y problemas en la comunidad con tan solo unas pocas palabras, llevando a la gente a enfrentamientos y desavenencias.

Los cizañeros intoxican, siembran discordia, enfrentan a las personas y ensucian el ambiente. Son alborotadores que disfrutan causando conflictos. No usan espadas ni hechizos; su arma es la palabra, que emplean para dividir y crear desconfianza.

Para vencer a la "cizaña", la comunidad debe tenerse confianza mutua, dialogar de forma transparente y no dejarse llevar por chismes o discordias. La cizaña no destruye desde afuera, sino desde adentro.

En lo personal, desde que tengo uso de razón he convivido con el trigo y la cizaña. La diferencia es que, de niño, pensaba que todos eran buenos, que todos venían a mí con sanas intenciones. Mis padres no me enseñaron a defenderme de los "cizañeros", pero no los culpo, ya que ellos fueron criados con un buen corazón que incluso lindaba con la ingenuidad.

No somos perfectos, de hecho, tenemos algo de trigo y algo de cizaña. Pero pienso que nuestra "misión" es ser cada vez más fecundos, transparentes, generosos, nobles, fraternos y caritativos; más comprometidos con el bien. Nuestra labor es alejarnos de la envidia, la vulgaridad, el divisionismo y el egoísmo, y aprender lo mejor de nuestros semejantes, así como compartir lo mejor de nosotros.

El viaje hacia la espiga dorada:

La pregunta que les hago:¿Eres trigo o cizaña? no es un juicio, sino una invitación a la introspección. Nos recuerda que la batalla no se libra en el campo, sino en nuestra propia mente y corazón.

Nuestro viaje personal es un faro de esperanza.

Nos enseña que, aunque la cizaña pueda sembrarse sin nuestro permiso, la elección de cultivarla o de arrancarla es siempre nuestra. 

Con cada decisión de ser más transparentes, más generosos, más fraternos, estamos nutriendo el trigo que somos y construyendo un granero de bondad para los que nos rodean.

Quiero ser el buen trigo. Ser pan de vida para los demás. 

Te ofrezco mi trabajo, mi fe, mi nobleza y perseverancia.

Que mi espiga se llene tanto de fruto que se incline con humildad, brillando como el sol para iluminar a un mundo que lo necesita.

Que este sea el renacer de una nueva humanidad, una que ha aprendido a purificarse, a dejar atrás la cizaña de la envidia y el egoísmo, para abrazar un aire más fresco y noble. 

Juntos, como trigo, podremos ser el alimento que transforme el mundo.

Namasté.

Muy tarde por la noche.

Marco Antonio Malca Delgado

Viernes 01 de agosto del 2025.