El trigo y la cizaña conviven en paralelo, pero hay una gran diferencia entre ambas.
En el ámbito cultural, una parábola del cristianismo nos brinda un hermoso y reflexivo mensaje sobre los seres humanos, asemejándonos al trigo y la cizaña: nadie es completamente uno o el otro.
Todos tenemos cosas buenas y cosas por corregir.
Sin embargo, en el mundo de hoy, en pleno siglo XXI, pareciera que la cizaña va ganando más adeptos: gente negativa cuya especialidad es generar divisionismo y dudas por donde va, pretendiendo destrozar la fecundidad del trigo, que es pan de vida, fe, trabajo, nobleza y perseverancia.
Recuerdo al personaje de ficción del cómic francés Astérix, Tullius Détritus. En el álbum Astérix y el Adivino, es un agente romano enviado por Julio César para sembrar la discordia entre los galos.
Su "principal talento" era la habilidad de crear división, conflictos y problemas en la comunidad con tan solo unas pocas palabras, llevando a la gente a enfrentamientos y desavenencias.
Los cizañeros intoxican, siembran discordia, enfrentan a las personas y ensucian el ambiente. Son alborotadores que disfrutan causando conflictos. No usan espadas ni hechizos; su arma es la palabra, que emplean para dividir y crear desconfianza.
Para vencer a la "cizaña", la comunidad debe tenerse confianza mutua, dialogar de forma transparente y no dejarse llevar por chismes o discordias. La cizaña no destruye desde afuera, sino desde adentro.
En lo personal, desde que tengo uso de razón he convivido con el trigo y la cizaña. La diferencia es que, de niño, pensaba que todos eran buenos, que todos venían a mí con sanas intenciones. Mis padres no me enseñaron a defenderme de los "cizañeros", pero no los culpo, ya que ellos fueron criados con un buen corazón que incluso lindaba con la ingenuidad.
No somos perfectos, de hecho, tenemos algo de trigo y algo de cizaña. Pero pienso que nuestra "misión" es ser cada vez más fecundos, transparentes, generosos, nobles, fraternos y caritativos; más comprometidos con el bien. Nuestra labor es alejarnos de la envidia, la vulgaridad, el divisionismo y el egoísmo, y aprender lo mejor de nuestros semejantes, así como compartir lo mejor de nosotros.
El viaje hacia la espiga dorada:
La pregunta que les hago:¿Eres trigo o cizaña? no es un juicio, sino una invitación a la introspección. Nos recuerda que la batalla no se libra en el campo, sino en nuestra propia mente y corazón.
Nuestro viaje personal es un faro de esperanza.
Nos enseña que, aunque la cizaña pueda sembrarse sin nuestro permiso, la elección de cultivarla o de arrancarla es siempre nuestra.
Con cada decisión de ser más transparentes, más generosos, más fraternos, estamos nutriendo el trigo que somos y construyendo un granero de bondad para los que nos rodean.
Quiero ser el buen trigo. Ser pan de vida para los demás.
Te ofrezco mi trabajo, mi fe, mi nobleza y perseverancia.
Que mi espiga se llene tanto de fruto que se incline con humildad, brillando como el sol para iluminar a un mundo que lo necesita.
Que este sea el renacer de una nueva humanidad, una que ha aprendido a purificarse, a dejar atrás la cizaña de la envidia y el egoísmo, para abrazar un aire más fresco y noble.
Juntos, como trigo, podremos ser el alimento que transforme el mundo.
Namasté.
Muy tarde por la noche.
Marco Antonio Malca Delgado
Viernes 01 de agosto del 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario