La semana pasada estaba trotando muy temprano en la mañana, y al pasar por la pista, observé que en el suelo había una moneda de 10 céntimos cuyo valor, en mi patria, el Perú, es mínimo, no alcanza ni para un pan, y decidí no tomarla, la dejé ahí, en el piso... y unos metros más allá, pensé: Esos 10 céntimos me pueden servir para completar 50 céntimos y ayudar a una persona necesitada, así que regresé donde estaba la moneda, la tomé y la llevé conmigo, y a los pocos días agregué 90 céntimos, completé un sol y pude ayudar a una persona necesitada, lo hice de corazón, aunque sé que no debo contarlo porque son acciones desinteresadas y no busco halagos o felicitaciones.
Creo que no debemos desperdiciar ningún monto de dinero si lo encontramos en la calle, por más que su valor sea mínimo, pude completar para más allá de un pan, y ahora me doy cuenta que esos diez céntimos que definitivamente fue de alguien, me sirvió para convertirme millonario en amor, y que gracias a esa acción mi perspectiva del dinero cambió ya que sentí que para hacer el bien "toda moneda vale" sin importar su cantidad o denominación.
Ahora comprendo que una moneda puede salvar una vida, inicialmente la desprecié, dado su bajo poder adquisitivo, pero sin querer, me hizo reflexionar sobre su potencial para visualizar un todo mayor.
También aprendí a que todo monto vale sin mirar quién lo dio, todo pequeño aporte suma, es como cuando trabajamos en equipo y vamos creando estrategias en base al trabajo en comunidad, cuando se trata de hacer el bien ningún aporte es demasiado pequeño.
Lo más fácil es desestimar una moneda da poca valía, que parece insignificante, pero si esa "minucia" contribuye a la acumulación de más contribuciones puede generar una riqueza grande que va más allá del monto, es la riqueza espiritual, la que nos convierte en "la voz de los que no tienen voz".
Sin querer aprendí que "muchos pocos hacen un mucho".
Deseo compartir contigo que al no despreciar una "insignificante moneda", me ayudó a reforzar mi conciencia y sentido de la empatía hacia mis similares, y que al regresar por la moneda y completar el sol, me detuvo a pensar que lo que para mi era "nada", podría ahora ser "algo" para algún semejante, me acercó a la solidaridad sencilla y noble, a pensar en los que tienen más necesidades económicas que yo, en profundizar más en la misión que tengo en la vida a través de la responsabilidad social.
La buena intención y la voluntad de ayudar al próximo va más allá del dinero, y aunque parezca absurdo, la acción de recoger esa "humilde moneda" borró mi soberbia e impulso negativo de menospreciarla por su valor , y me ayudó a ir más allá , me llevó a reflexionar, a pensar que esa insignificancia puede hacer sonreír a un desvalido.
Para hacer el bien todo vale, tan sólo debemos buscar y encontrar las maneras, incluso a partir de recursos aparentemente limitados.
Finalmente, deseo compartir contigo que no subestimemos el poder de lo pequeño, que podemos aprender a cultivar la empatía y la conciencia social a través de las lecciones que nos da la vida en las aulas más grandes del mundo: "la calle", y que la verdadera ayuda, el verdadero sentido fraterno nace de la intención y la voluntad, y eso va mucho más allá del monto.
Ahora recuerdo más que nunca a mi mamá Miriam y a mi papá Roberto, ellos me enseñaron que cada gesto cuenta, por más mínimo que sea, puede hacer feliz a una o a varias personas, y que el impacto de nuestras decisiones puede ser mucho mayor de lo que inicialmente percibimos.
Sólo deseaba compartir contigo una vivencia de la vida, de la calle, un pensamiento sencillo, barato, pero que me sirve para ayudar en lo posible a todo ser humano que necesite una luz de amor y esperanza, pero también una búsqueda de mejorar su existencia enseñándoles a pescar y poder ser dignos ante el mundo.
Gracias mi Dios espíritu por darme una lección más.
Marco Antonio Malca Delgado
Viernes 30 de mayo del año 2025
04:15 am